lunes, 11 de agosto de 2008

Es la hora de apuntarse a una causa (injustificada e injusta)



Un día me despierto y me siento vacío, amoral y perezoso. Mi vida se ha concentrado en el egoísmo exacerbado: he dejado mal conscientemente a aquellos que eran mejores que yo, mientras me vendía como el mejor; he buscado el placer inmediato hacia mi persona sin importarme las consecuencias para los demás; he buscado el poder y la fama del mismo modo; quizá no haya hecho nada de esto pero tampoco lo he evitado, tampoco lo he detenido. Ahora ha llegado el momento de actuar. Necesito llenar mi vida con una causa justa que defienda unos nobles principios sin que ésta perturbe demasiado el estado de las cosas. Es la hora de poner fin al Tabaco.

Es la hora de unirse contra un Monstruo (que no es más que las personas en las que se encarna) bajo un supuesto fin último moralmente supremo. Es la hora de quejarse de una brizna de humo y acosar a una persona que se lo mete en los pulmones de forma masiva, mientras un autobús nos echa una bocanada de oxido de azufre en la cara sin que haya queja alguna. Es la hora de acusar de inconsciencia a las personas que están hacinadas en el pasillo de un autobús porque la parte de atrás aparece vacía ante unos ojos que no quieren ver la realidad después de esperar más de media hora: la parte de atrás está llena y hay carencia de autobuses. Es la hora de acabar con las cacas de perro en la acera. Es la hora de poner pegatinas de "En català, si us plau" encima de cualquier texto que aparezca en castellano, incluso si es el cartel de seguridad de una obra en la que no trabaja ni un solo catalanoparlante, en lugar de concentrarse en que esté en todas las lenguas que hagan falta para que se entienda. Es la hora de apuntarse a una causa en el Facebook. Es la hora de actuar por el bien de los demás pero sin los demás.

Uno se acuesta vacio y se levanta como el Paladín de los Mezquinos, defendiendo hasta la muerte (por supuesto, nunca hasta la verdadera muerte) una o varias causas que no cambian nada que merezca la pena, que cuestan poco porque atacan a los débiles o a los que ya están casi vencidos y, en definitiva, que se ajustan al modelo de tiempo libre que defienden o, incluso, que son apoyadas por el status quo y las instituciones. Uno ni siquiera llega a lo que Marx y Engels denominan socialismo conservador o burgués.

Pero da igual. A partir de hoy ya sé lo que tengo que hacer y me considero mejor persona y, lo que es más importante, mejor que los demás.

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